[Ensayo en el Palacio de la Audiencia de Soria, una hora antes de la función]
Ellas imaginan el teatro lleno, el público en pie aplaudiendo y las luces de la escena encendidas y rutilantes, como si fueran estrellas diseñadas para alumbrarlas. Tienen la boca pastosa y en cuestión de minutos, el cuerpo cortado. Escuchan las voces de los técnicos, que gritan corrigiendo los focos hasta el último segundo. Revisan el atrezo y miden mentalmente la distancias. Cuando el patio de butacas se llene de público, sentirán el peligro tan cerca, que saldrán a escena convencidas de que no hay un lugar más seguro para salvarse, que la ficticia realidad que el teatro crea.
Desconocemos los procesos, porque se esconden. Los escondemos nosotros mismos, generando un secreto inútil que solo hace que distanciarnos de la vida real. Pero, para que exista una vida real, tiene que existir otra vida representada.