Actualidad

De puntillas

15 abril, 2021
En  el lugar desde el que escribo,  la vida pasa lentamente, los días se suceden por inercia, vacíos, sin que parezca ocurrir nada.  Las nubes forman  parte de un decorado  y el cielo es un telón de fondo. Las gentes que caminan por la calle lo hacen cabizbajas, anuladas por la parsimonia de las costumbres, la gravedad de lo antaño y la previsibilidad del destino.  Yo era una mujer sin formas, envasada al vacío en un camisón sin sexo, mutilado el ánimo  y  abatida  la voluntad. Yo vivía a  los pies de una montaña de apenas tres centímetros, que me tapaba el sol.  Cuando mi orgullo de reina  me lo permitía,  lograba ponerme de puntillas y levantar el  vuelo. Los dedos leñosos de mis pies desnudos me sostenían a duras penas. Mientras escalaba la montaña, levantaba los brazos,  chasqueaba  los dedos y  tatareaba  los compases agudos  y melancólicos  de una jota castellana. Entonces, mi cabeza se llenaba de recuerdos y   canciones, mis dedos se tornaban castañuelas y mis pies, pasos  de baile. La luz traviesa que entraba por la rendija de mi celda me acariciaba, el sol  me  enfocaba y  yo  empezaba a subir   la montaña sigilosamente. Por un instante visitaba el  cielo,  al que   únicamente  se puede  llegar  si caminas de   puntillas, con los pies descalzos. Después, abducida por  la gravedad de la tierra, me dejaba caer a los pies de la montaña, hasta que mi orgullo de reina loca  me permitiera de nuevo  levantar el vuelo. Nines Carrascal

La desnudez

08 marzo, 2021
Lo sé, hace mucho tiempo que no me ves, por eso apartas la mirada cuando te muestro mi desnudez. No me miras porque sientes pudor, o vergüenza, quien sabe. Mírame, pasa la yema de los dedos por cada uno de mis pliegues, húndelos aquí, en el espacio intercostal donde almaceno las lágrimas de antes, las que aún huelen a tí. Pues ahí, he estado siempre yo, la actriz domesticada que tu querías, la mujer que disfrazabas a tu gusto, a tu antojo y a tu modo. En el centro del torso enjuto y seco que ves, había una diana sobre la que tu lanzabas dardos untados en veneno. Yo era una mujer frágil con apariencia de actriz y tú eras la autoridad en verso. Ahora soy una mujer desnuda, que ya no esconde los temores ni finge que todo está bien, porque ningún personaje vale más que yo, ni más ni menos. Ahora soy una mujer desnuda con un pecho enjuto y seco, del que brotan pensamientos aterciopelados de un color violeta intensísimo, que me sienta muy bien. Ahora soy una suerte de mujer, desnuda, serena y actriz. Foto Jesús María García

El tubo gástrico

28 febrero, 2021
Alrededor de las dos de la tarde, salimos del teatro y respiramos. Llevábamos horas montando, imbuidos en la técnica y en el ritual que provocan los preparativos antes de una función. El artista vive a veces de forma claustrofóbica, conectado al mundo por un solo tubo gástrico que termina en su garganta, dejando en el otro extremo, anidada y adormecida, eso que llaman, la creatividad del intérprete, la esencia del artista. Visto desde abajo, es un tubo imposible de ascender, y es en esa dificultad en la que el artista se esconde, justificando el no hacer, la amarga dolencia del fracaso. Visto desde arriba es un tubo de alimento, historias de la vida real que nutren la inspiración del artista y descienden por goteo hasta encontrar tierra fértil. El artista ha de estar conectado con el mundo, nunca ajeno o enajenado, y el tubo gástrico nunca taponado, porque en ese caso, se castiga al artista y a la sociedad a vivir en un pozo ciego.

El ahogo

02 febrero, 2021
Un día, en los ensayos de La Isla, se cayó al suelo un vaso y se hizo añicos. Cada trozo por ínfimo que fuera, se sintió roto y único. En cuestión de segundos, emprendieron un sinfín de caminos diferentes. En el suelo quedó únicamente la marca del golpe, y en las actrices el sonido agudo de los millones de cristales rotos. Al volver la vista atrás y reanudar el ensayo, las actrices empezaron la escena con otro vaso de cristal irrompible. Al caer al suelo, una inmensa ola engulló el vaso arrastrándolo al fondo del mar. Las actrices nada pudieron hacer por salvarle, el vaso se ahogó inexorablemente y el forense determinó que, dadas las circunstancias, era lo mejor que podía haberle pasado. Antes de irse, el forense les advirtió que el afán irrompible por salvarnos, es causa de una muerte segura. Es entonces cuando el vaso se tiró al suelo, con determinación y alevosía, y se rompió el ensayo. Alguien dijo que el ensayo murió ahogado en el vaso. Foto: Jesús María García

El instante que precede

02 febrero, 2021
Ellas imaginan el teatro lleno, el público en pie aplaudiendo y las luces de la escena encendidas y rutilantes, como si fueran estrellas diseñadas para alumbrarlas. Tienen la boca pastosa y en cuestión de minutos, el cuerpo cortado. Escuchan las voces de los técnicos, que gritan corrigiendo los focos hasta el último segundo. Revisan el atrezo y miden mentalmente la distancias. Cuando el patio de butacas se llene de público, sentirán el peligro tan cerca, que saldrán a escena convencidas de que no hay un lugar más seguro para salvarse, que la ficticia realidad que el teatro crea.
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